Martes, 19 de septiembre de 2017

Aparición de San José, en la ciudad de Recife, Pernambuco, Brasil, a la vidente Hermana Lucía de Jesús

Los ciclos del planeta están cambiando cada día más rápidamente.

La purificación de la Tierra, hijos, ya no espera la madurez de los hombres, y aquellos que deben servir al planeta en este tiempo deben liberarse de su pasado, de aquello que los ataba y los prendía a un destino incierto.

Ya no estarán aquí los que no necesiten vivir la escuela del final de los tiempos, porque su aprendizaje es otro.

Hoy les pediré que confíen en el Plan que Dios tiene para la humanidad.

Que confíen en los pasos que los Mensajeros de Dios los hacen dar. Confíen en el camino que les señalamos, porque en este tiempo contará la entrega y la obediencia absoluta al Plan de Dios.

En este tiempo, contará la rendición total al Corazón del Padre, porque un paso en falso podría hacerles perder toda su evolución, en el Cielo, así como en la Tierra.

Les pido que no teman vivir los tiempos que llegarán, que sean fuertes en Dios, que sean firmes, porque no hay de qué temer para establecer una nueva vida. No hay de qué temer para establecer un nuevo mundo si están en Dios y confían en Él y si, por encima de todo, obedecen Sus Designios y siguen Sus Pasos.

El Creador está con los Ojos puestos sobre el mundo, sobre cada uno de Sus hijos.

Su Corazón los acompaña en cada paso, para que no se debiliten y no se pierdan por las ilusiones de este mundo y por la astucia de Su enemigo.

Contará el esfuerzo de la humanidad. Contará, hijos, su voluntad de transformarse y de entregarse a Dios; cuando colocan toda la voluntad humana y todo el querer dentro de la Voluntad Divina, para que sean portadores de un Propósito Superior en este mundo.

Cada día marca un nuevo ciclo, una nueva oportunidad de madurar y de crecer en espíritu.

Cada día les trae una nueva Gracia, que a veces se presenta como una prueba difícil, como un desafío, como una invitación para superarse.

Si aceptan los obstáculos de este mundo como una gran oportunidad de superarse, de permanecer en la obediencia a lo Divino, de seguir a Dios con todo el corazón, Yo les aseguro que podrán pasar Cielo y Tierra y sus espíritus permanecerán en Aquel que es Eterno.

Es tiempo de perder el temor de estar en la Tierra; de sustituirlo por la alegría espiritual de servir a Dios en las pequeñas cosas; de ser un portador de Su Presencia todos los días, en sus familias, en sus hogares, en sus trabajos, en sus vidas.

Ya les dije tantas veces que no necesitan ir lejos para servir porque el servicio está en todo, y todos pueden ser aquellos que necesitan ser servidos para vivir el amor y la redención.

Cada día más, hijos, este mundo está necesitado de instrumentos de Dios.

Cada día más los corazones de los hombres se pierden y no se encuentran, no encuentran un sentido para la vida, una razón para la existencia humana y se preguntan para qué fueron creados.

Lleven esa respuesta a la humanidad con sus acciones; lleven esa respuesta con el corazón puro, que sabe que la razón de esta vida no proviene de este mundo, proviene de un Corazón Único, verdaderamente Santo, que para superarse a Sí mismo, para superar el propio Amor, se manifestó en el corazón de aquellos que no sabían amar.

Vean, hijos, que es Dios quien se supera dentro de ustedes todos los días.

Es Dios quien los invita a hacer un poco más. No por Él, sino por la evolución, por el todo, por una vida que hoy es incomprensible para ustedes, porque la desconocen.

Sus mentes todavía son muy pequeñas y sus corazones no conocen la propia grandeza, por eso todo les parece ser tan complicado, tan difícil, o tan distante.

Pero hoy Yo les digo que aquel que busque, aunque no comprenda, aunque no entienda, encontrará y sabrá sin entender, sin poder explicar, los Misterios de la Vida Universal.

Sabrá que todas las teorías se encuentran vivas en las cosas simples y verdaderas que el corazón humano puede expresar.

Sabrá que todos los Portales del Cosmos, aquellos que están descritos en las más altas filosofías de este mundo, en verdad, sólo se abren cuando el corazón es simple y es puro ante Dios.

Por eso, hijos, sí, busquen el conocimiento y la sabiduría, pero no se detengan allí, porque en este tiempo más vale cultivar la pureza, la simplicidad y la verdad en Dios.

Mucho más valdrá un corazón que se supera por amor a otro, con paciencia y comprensión para con el prójimo, que aquel que sabe todas las filosofías y conoce todas las lenguas.

Hoy quiero conducirlos a la simplicidad del corazón; una simplicidad que los eleva, a pesar de demostrarles que ella no está distante. Una simplicidad que los eleva desde adentro hacia afuera y no de afuera hacia adentro.

Vengo a retirarlos de los abismos, del desespero y de las emociones; para que encuentren en el corazón el puerto del equilibrio y de esa forma comprendan la esencia de la vida, que se guarda en las cosas simples, en los actos simples y verdaderos de paciencia, de servicio, de amor.

Con Mis palabras, déjense liberar de aquello que los angustia; dejen curar sus heridas más profundas, que, día a día, abren por la incomprensión y por no conseguir salir del punto en el que se encuentran.

Dejen que Mi Corazón se muestre a sus ojos, a sus almas y a sus espíritus, y les diga que Él también estuvo en un cuerpo humano, que Él también sintió el pesar y las dificultades de la Tierra, que Él también tuvo que superarse con mucho esfuerzo, pero que Él hoy está aquí, ante las Puertas del Cielo, porque le dijo sí a la humildad y a la simplicidad que proviene de Dios.

Dejen que este Corazón se espeje en los suyos y despierte en sus interiores la semejanza, no Conmigo, sino con Aquello que Yo represento al venir a la Tierra; Aquello que está por detrás de Mi Conciencia, Aquello que Me envía al mundo.

Que sus corazones se espejen en el Corazón de Dios y así como Yo, hoy, Soy un reflejo de ese Santo Corazón para la humanidad, que ustedes, hijos, también lo sean.

Vengo al mundo con palabras muy simples, con gestos simples y plenos de Dios; y eso es a lo que Dios aspira que ustedes vivan en este tiempo, porque no es de otra forma que superarán el final de los tiempos, tan temido por la humanidad.

De nada sirve esconderse ni del mundo, ni de sí mismos, ni de Dios; porque aquellos que aún permanecen en la Tierra deberánn vivir lo que les corresponde. Vívanlo de una forma simple, plena de confianza, de fe y de esperanza de que, cuando están en Dios, Su Plan se cumple.

Aún tienen mucho que aprender en esta Tierra. Esta escuela no termina ahora para muchos de ustedes.

Por eso, hijos, levanten los ojos hacia lo Alto y dejen que sus miradas encuentren a Aquel que los observa sin cansancio, Aquel que tiene Sus Ojos puestos sobre la humanidad, día y noche.

Dejen que sus miradas encuentren a la Mirada del Padre, que los creó para que fueran perfectos, en el Amor y en la humildad.

Y de esta forma, aunque no lo perciban, no sientan y no encuentren esa perfección dentro de ustedes, ella estará ahí, y todo estará cumplido.

Esto es lo que Yo tengo para decirles. Es de esta forma que vengo a rescatarlos, a elevarlos y a curarlos, para que coloquen sus pies en la senda de la redención y jamás los retiren de allí, hasta que todo esté consumado.

Con Mis Palabras, con Mi Presencia, Yo los bendigo.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.