MENSAJE PARA LA APARICIÓN DE MARÍA, ROSA DE LA PAZ Y MADRE DEL SOL, TRANSMITIDO EN LA CIUDAD DE BRASILIA, DISTRITO FEDERAL, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Así como Mi Hijo Yo renuevo todas las cosas.

Así como el amanecer renueva el día, los ciclos de la vida y la propia vida de todos los seres, Yo los renuevo en cada nuevo encuentro, en cada nueva súplica de verdadera oración.

Así como el fuego reaviva la brasa y da nuevo sentido a aquello que estaba muerto, transformando en ceniza fecunda la materia degradada, así los Mensajeros Divinos llegan a este mundo para transformarlo.

Muchos están muertos en vida y no lo percibieron, pero, si se dejan quemar por el fuego divino que desciende a la Tierra, primero se volverán brasa incandescente, después ceniza y polvo y parecerá que no sirven para nada; pero Aquel que conoce la ceniza y conoce el polvo, como un gran agricultor celestial, utilizará ese polvo para fertilizar nuevos árboles, nuevas flores, nueva vida. Y verán ante sus ojos cómo renacen de la nada en la que se convirtieron y, cómo desde ese momento, conocerán verdaderamente lo que es la vida, porque es solo después de ser materia fecunda en las Manos de Dios, hijos, que conocerán la existencia humana.

Cuando la brasa que los quemaba se apague, no se preocupen y no teman; dejen que el corazón, como espíritu, se torne humilde ceniza y polvo, entregados a los Pies de Dios para que Él los recoja y los haga renacer a su tiempo.

Con todos los caminos desviados de la humanidad, Mis amados, llegará para todos el momento de ser nada, para después estar en todo y ser todo.

Si están en Mi Corazón y permiten que cada ciclo se cumpla según las Leyes celestiales, vivirán en paz cada uno de esos pasos y, aun cuando parezca que mueren, sabrán que así es, para que un día renazcan en el vergel celestial, dando vida a muchos árboles que darán frutos y nuevas semillas. Es de esa manera que el Reino de Dios se establece en este mundo.

Cuando ustedes, Mis amados, se entreguen a Dios, muchos otros podrán comer de los frutos de su entrega y también dejarán semillas de la nueva vida para los que vendrán después y que no necesitarán vivir lo que ustedes vivieron, porque el suelo ya estará fértil y fecundo.

Mis queridos hijos del Brasil y del mundo entero, con simplicidad y amor los llamo a que confíen en Vuestra Madre Celestial y, de esa forma humilde y sin muchos secretos, los acerco al Corazón de Dios, para que reconozcan la propia misión y se sientan participantes del Plan del Creador en este mundo.

Abandonen desde ahora, hijos, la vieja vida, el viejo hombre y permitan que Mi fuego de amor los queme y los transforme para siempre.

En la simplicidad de Mi Inmaculado Corazón, los bendigo.

Vuestra Madre María, Rosa de la Paz y Madre del Sol