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La Parábola del Buen Discípulo y el Buen Maestro
Había una vez, en una tierra distante, un maestro que enseñaba sus labores a un discípulo, quien había sido recientemente enviado para aprender sobre el camino espiritual.
En esa historia, el maestro se estaba iniciando en su primer retiro interior y debía deshacerse de sus expectativas y de sus propios poderes para entregarse al Infinito Eterno. En los planes del retiro no estaba prevista la llegada de ese último discípulo que fue enviado más tarde de lo esperado. El maestro ya había instruido a otros discípulos antes de iniciar su retiro ermitaño, pues para él, el principal aprendizaje era darse por sobre todo, a todos.
El discípulo recién llegado no era muy diestro en los quehaceres que el maestro le encomendaba. El discípulo, aprendiz que a pesar de ser muy dedicado y de seguir con humildad palabra por palabra lo que su maestro le dictaba, un día se vio perdido, como sin brújula. Esto ocurrió por falta de atención mientras intentaba comprender las razones de cada tarea que el maestro le indicaba.
El maestro raras veces se sentía incómodo con eso, porque la tarea de su consciencia era amar y ver a cada discípulo tal como era, más allá de sus errores. Pero ese día, el Universo del Padre confirmaría si el maestro podría alcanzar la mayor expresión de amor ante la gran diferencia existente entre lo pedido por él y lo que el discípulo hizo. El resultado de esto podría haber cambiado el destino de los dos: ese día el discípulo debía confirmar su confianza en aquel que lo guiaba, más allá de las diferencias.
¿Cuál es la enseñanza de toda esa experiencia?
Que el maestro, si no tiene discípulos, nunca podrá ver con sabiduría todo aquello que aún debe desterrar de sí; y que, por amor, siempre deberá tener la misión como su propósito principal. Y el discípulo, en su camino, siempre deberá contar con la compañía del maestro, para que él le indique los pasos que deberá dar en la consciencia, evitando así la pérdida de su misión al elegir otros caminos.
Esa es la lección del amor: si entre el maestro y el discípulo no reina el amor, no podrá haber unidad; y, si falta la unidad, quedará sin resultado la misión de los dos. Este es el gran paso para quien guía y para quien aprende; si no estuvieran los dos, el propósito que ya está escrito no se podría cumplir.
La actitud del maestro y la del discípulo deberá ser de humildad, de devoción y de amor para que la luz esté presente en ambos caminos.
Todo deberá surgir del verdadero amor para que los propios males sean desterrados y en toda situación triunfe la fe en Dios.
Bajo el Amor del Padre, sean bienaventurados.
Gracias por meditar sobre Mis Palabras con el corazón.
Cristo Jesús
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más