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Un alma, que temía la Justicia de Dios, oraba y clamaba constantemente por Misericordia y un día, sintiendo que el ciclo de esa Justicia había llegado al mundo, le cuestionó al Señor, diciéndole: “Señor, Tú que eres el Dios del Amor, de la Gracia y de la Misericordia, capaz de entregarte en la Cruz por la salvación del mundo, explícame entonces lo que es la Justicia y cómo un Dios de Amor puede actuar con Justicia sobre Sus hijos”.
Y, mirando a esa alma con paz, el Señor le respondió: “Alma amada, que ignoras el verdadero sentido de Mi Justicia Divina, la Justicia de Mi Corazón es una Ley, impregnada de un amor tan grande como la Divina Misericordia. Mientras la Misericordia eleva a los que están ciegos y les concede lo mejor de Mi Reino, aun a los ignorantes, Mi Justicia primero les lava sus ojos, se los abre y hace que las almas sean conscientes de todo cuanto Yo ya les entregué.
Después de derramar Misericordia sobre los corazones y verlos aún sumergidos en la indiferencia, en la ingratitud y en la inconsciencia, Mi Espíritu vierte sobre ellos la Justicia. Y la Justicia es un rayo de Amor de Mi Corazón que estremece a las almas y derriba sus ilusiones más arraigadas, para que así puedan percibir la verdad y se arrepientan.
Lo que causa sufrimiento en las almas no es Mi Justicia, sino su propia ignorancia, porque perciben que estaban afirmadas en bases de arena, mientras que Yo les ofrecí tantas veces la roca de Mi Corazón. La Justicia, alma pequeña, es parte de Mi Amor, para que ninguno de Mis hijos permanezca en el mundo sin despertar y sin percibir lo que realmente es y cuál es el camino que debe recorrer.
Por eso, ante la Justicia, no sufras, sino solo ora para que esta nueva oportunidad, que llega a través de la Ley de la Justicia, no pase también en vano por las almas ignorantes, y que ellas puedan hacer de esta corrección divina el primer paso para enderezar sus caminos”.
Que este diálogo les enseñe, hijos, a amar a Dios, a Su Misericordia y a Su Justicia, y a comprender que la acción de las Leyes es justa y colmada de un celestial amor por las almas.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Un alma que buscaba siempre la verdad en su interior, ora estaba más volcada hacia el Cielo, ora estaba sumergida en el mundo. Al sumergirse en las cosas del mundo se perdía en la profundidad de sus aguas y, cuando conseguía retornar a la luz y respirar, sentía que le costaba retornar a la verdad, que se confundía y ya no sabía lo que era real.
Entonces, un día, conversando con Dios en su interior le cuestionó: “Señor, en un segundo que siento Tu Presencia se fortalece mi espíritu para estar en Tu Camino, pero en un segundo que me distraigo de Ti, ya no consigo encontrarte, me pierdo y me ahogo en los mares de las cosas del mundo. ¿Cómo hago, Dios, para crecer en Ti y ya no sumergirme en el mundo?”.
Y respondiéndole, el Señor, también con una pregunta, le dijo: “¿Ves el sufrimiento de las almas? ¿Ves lo que padecen en las guerras y en los conflictos? ¿Ves cómo sufren los que no tienen esperanza? ¿Ves cómo no se encuentran los que caminan en la oscuridad? ¿Eso conmueve a tu pequeño corazón?
Entonces, cierra tus ojos y contempla en tu interior a Mi Presencia. Imagina, alma pequeña, que Yo estoy dentro de ti. Recuerda todo lo que construí desde el principio de la vida: las dimensiones, las estrellas, las realidades sublimes y toda la Tierra. ¿Sientes cómo eres pequeña? ¿Sientes cuán pequeño es tu padecimiento?
Cuando mires el sufrimiento del mundo o cuando mires la grandeza del Cielo, encuentra allí la fuerza para no caer en los mismos errores y para no quejarte de tus pequeñas dificultades. ¿No valdrá tu esfuerzo para aliviar el sufrimiento del mundo? ¿No valdrá tu renuncia para interceder por un alma? ¿No valdrá tu esfuerzo para que se cumpla Mi Plan? ¿No valdrá tu renuncia para que el mundo conozca la verdadera vida?
Y aunque dones tu vida, alma pequeña, para que otros sean conocedores de Mi Reino en la Tierra, sabe que, sí, cada renuncia tuvo su valor, cada esfuerzo tuvo su valor, cada superación tuvo su valor, cada vez que Me escogiste, y no al mundo, tuvo su valor.
Por eso, cuando tu corazón esté angustiado y sientas que prefieres el mundo a seguir tu camino de retorno a Mi Corazón, piensa en los que sufren, piensa en los que padecen y, entonces, contempla el Infinito, la vida, el universo, y que todo esto te haga pequeña y también pequeños se hagan tus problemas. Disueltos sean ellos con Mi Soplo”.
Que esta historia los inspire a superarse cada día, contemplando al que sufre, contemplando toda la vida.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Un alma pobre y desprovista de los medios básicos para subsistir en el mundo le cuestionaba al Señor dónde Él estaba y cuál era el motivo de su sufrimiento, diciéndole: “Señor, yo que tanto busco y pido en Tu Nombre no obtengo respuestas, sino sufrimientos y padecimientos cada vez mayores. Dime el motivo del desequilibrio de este mundo y por qué no puedo tener tanto como mis semejantes”.
Y respondiéndole el Señor, también con una pregunta, le dijo: “¿Dónde está tu tesoro, alma pequeña? ¿En ansiar acumular cosas en la Tierra o en descubrir los misterios del Cielo? Contempla, pues, a aquellos que Me conocieron de verdad. La iluminación de sus consciencias les permitió renunciar a todos los bienes del mundo y, siendo pobres entre los pobres, fueron ricos ante Mí.
Contempla, pues, a Mi Hijo. ¿Él fue enviado al mundo para acumular riquezas, para sentir placeres, para saciar Su Cuerpo, Su Mente y Sus Sentimientos? ¿Será Mi Hijo tu ejemplo y guía? ¿En Él está el espejo en el cual quieres encontrarte reflejada todos los días?
Entonces, alma pequeña, comprende que el sufrimiento y la pobreza de esta vida vienen para equilibrar tantos excesos de la humanidad. Ellos deben ser para ti el símbolo de que tu escuela no está en la acumulación, sino en la renuncia y en la gratitud.
Enséñale al mundo a través de un ejemplo humilde y abre las Puertas del Cielo para los que son ignorantes de esa verdad y buscan en el mundo, y no en Mí, la forma de colmar sus vidas”.
Les cuento esta historia para que aprendan en dónde está el verdadero tesoro de sus vidas. Y, cuando sientan que algo les falta, den gracias y sean ejemplo del Amor Humilde de Dios. Así, les abrirán las Puertas del Cielo a los más ignorantes.
Tienen Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Elévate, hijo Mío, más allá de las apariencias, de los sentimientos, de los pensamientos y de las sensaciones.
Elévate hacia donde tu consciencia pueda expresar la verdad y la paz, la unidad con el Creador y con la vida.
Elévate, en silencio y en oración, hacia los mundos sutiles, que no están necesariamente sobre ti o debajo de ti, sino que puedes ser tú mismo la puerta para ingresar en los Recintos Sagrados.
Elevarse no es subir a los Cielos, sino cambiar de vibración, de dimensión, de pensamiento y de sentimiento, colocando la propia consciencia en la Verdad y en el Tiempo de Dios, y no en la ilusión del tiempo de los hombres.
Elevarse es poder sentirse uno con el propio Creador, saber de Su Presencia en sí mismo y en todas las cosas y, a través de Él, poder contemplar la maravilla de la vida evolutiva que habita en el planeta y más allá de él.
Elevarse es simplemente estar en lo que es real, hijo. Y, para hacer lo que te digo, basta que lo intentes hacer una y otra vez, y que sientas la imperiosa necesidad de estar con la consciencia colocada en el lugar correcto.
A veces, para saltar hacia lo que es real, los seres humanos necesitan estar antes en los abismos más profundos de la desesperación de la ilusión, para que sientan entonces la urgente necesidad de estar en el lugar correcto, del Amor de Dios y de Su Gracia, de lo que es, en fin, real.
Pero no siempre, hijo, eso debe suceder. Ya puedes, por ti mismo, percibir cuán necesario es estar con la consciencia en el Amor, en la Sabiduría y en la Verdad Divina.
Por eso, no busques el sufrimiento. Busca el esfuerzo, busca la rendición, busca el clamor, busca el silencio, busca el servicio, busca la humildad, busca la oración y todas esas cosas te conducirán a la Verdad de Dios. Elevarán, en fin, tu consciencia.
Tienes Mi bendición para esto.
San José Castísimo
Esfera de Luz de la consciencia
Cada ser humano, como esencia espiritual creada, porta en sí una Esfera de Luz en la consciencia, que guarda el Amor que el Creador le entregó desde el momento en el que fue creado.
A esta esfera la llamamos Esencia o Esfera de Luz de la consciencia. Es tan importante como la vida, porque responderá en el futuro como experiencia en cada uno de ustedes.
Esta Esfera de Luz de la consciencia guarda los recuerdos más positivos de su existencia, así como también los recuerdos de los actos de Amor y de Misericordia vividos en la escuela de este planeta.
Es esta Esfera de Luz de la consciencia la que su Madre Celeste viene a cuidar y a proteger de Su eterno enemigo.
La Esfera de Luz de la consciencia es capaz de proporcionar una experiencia de Amor que el alma haya perdido por sufrimiento o por error.
Esta Esfera de Luz es capaz de traerle a la vida espiritual los dones guardados en la Fuente de la Creación y de irradiarlos a todos los núcleos profundos de un ser.
La Esfera de Luz de la consciencia es la única memoria viva de lo que una vez fuimos, de los que somos y de lo que seremos, porque puede captar la Voluntad Divina y, de esa forma, proporcionarle a la consciencia humana, los impulsos necesarios para vivir una vida más evolutiva dentro de las diferentes Leyes del Universo.
Esta Esfera puede destrabar un proceso espiritual o interno que a veces la mente genera.
La Esfera de Luz de la consciencia es capaz de recordarnos nuestro origen y nuestro principio en la Creación.
Ella lo puede todo.
¡Les agradezco por responder a Mi llamado!
Los bendice,
Vuestra Madre, la Virgen María, Rosa de la Paz
Asociación María
Fundada en diciembre de 2012, a pedido de la Virgen María, Asociación María, Madre de la Divina Concepción es una asociación religiosa, sin vínculos con ninguna religión institucionalizada, de carácter filosófico-espiritual, ecuménico, humanitario, benéfico, cultural, que ampara a todas las actividades indicadas a través de la instrucción transmitida por Cristo Jesús, la Virgen María y San José. Leer más