MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE AURORA, PAYSANDÚ, URUGUAY, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Los desiertos, hijo, son vividos en diferentes etapas de la entrega y de la transformación de los hombres.

A lo largo de su crecimiento interior, el Creador trae muchas veces a Sus hijos hacia el desierto. A veces de forma rápida y simple, y a veces de forma profunda y prolongada que parece no tener fin.

El desierto es un estado interno de vacío en donde el Creador retira de Sus hijos y amigos todas las consolaciones de la Tierra, todo sentir, todo afecto, todo aquello que el ser espiritual crea como apoyo y, a veces, como trampolín en su camino hacia la vida interna.

Todo esto le es retirado para que, así, la consciencia aprenda a sustentarse en bases puramente espirituales, en el conocimiento y en la experiencia de Dios que nace de la fe y de la vivencia del vacío.

Consolida tu unión con Dios por la simple certeza de que Él está presente, aunque no se haga sentir, oír o ver.

El desierto puede ser visto como áspero y doloroso, pero en verdad, hijo, el desierto es la invitación de Dios para que las almas alcancen una unión profunda y directa con Él, distante de las ilusiones y de los sentidos, distante de las dimensiones de la materia y de todo lo que las compone.

El desierto es la invitación para lo que es real, pero para cruzar este desierto no basta el conocimiento. Necesitas descubrir la ciencia de la humildad, de la rendición y de la entrega, la ciencia de lanzarse en las Manos Divinas y saber que Su Voluntad es perfecta, tanto en el oasis como en el desierto, tanto en los templos llenos de almas que despiertan como en el calvario lleno de almas que desprecian.

Por esto hablo sobre el desierto, para que aprendas a amarlo y a aspirar por él. No para aspirar al sufrimiento, sino para aspirar a una unión directa, profunda y verdadera con Aquel que te creó y que te invita a expresar la semejanza con Su Corazón.

Tienes Mi bendición para eso.

San José Castísimo